A
ver si entendemos.
Lo
primero que hemos de tener en cuenta es que una Constitución NO es un librito
que sirve para todo, como de manera poco
feliz profiriese un presidente
venezolano, menos aún para reprimir a la ciudadanía
Pues
ese presidente venezolano, y muchos otros que le siguieron y aún siguen, tienen
la más que errada, la totalitaria y dictatorial percepción que una constitución
(con minúscula), es un instrumento de ejercicio de poder, cuando la realidad es
que una Constitución (con mayúscula), lejos de ser un librito, es una estado
político material, una situación, consistente en la limitación del ejercicio de
poder, ES el sometimiento del Estado, y principalmente del gobierno al derecho,
esto es el Estado de Derecho, y no la utilización del Estado para dominar a la
ciudadanía, secuestrando los poderes públicos.
De
lo anterior, con mayores luces de lo que es una Constitución, no es muy difícil
deducir que sería una constituyente, que no es más que la reunión de los
ciudadanos y actores sociales, su pluralidad democrática, de un estado para en
Asamblea fijar las reglas y limites al ejercicio del poder.
Por
su parte, como es de esperarse, quienes ven a la constitución como mecanismo de
dominio, un librito acomodaticio a sus intereses, entenderán, creerán, pensarán,
se auto engañarán que un proceso constituyente, desde su convocatoria hasta la
publicación de su resultado, que no necesariamente siempre ha de ser una
verdadera Constitución, aunque así se le domine, será una forma de acceder al
poder, mantenerse en él, reprimir a la disidencia, y últimamente un salvavidas
cuando se tiene el agua al cuello cuando las instituciones secuestradas ya no
le son suficientes para mantener sus tropelías y violaciones; incluso, en un
país en el que desde hace más de 18 años las falacias, las estratagemas, los
eufemismos son las prácticas comunes, una convocatoria a una constituyente, desde su engañosa iniciativa, lejos de ser una legítima práctica democrática, puede encerrar un golpe de
Estado, tal cual como el ocurrido el 2 de febrero de 1999.
No
es objeto de estas reflexiones, pero valga recordar que en los golpes de estado
no siempre sus actores son los que están fuera del poder, suelen ser siempre, o
casi siempre, los que estando en posición de poder manipulan las instituciones
para mantenerse en el mismo, para secuestrar al Estado, para tomarlo como
botín, y aquellos quienes defienden la Constitución, no como un “librito” que
sirve para todo, sino en su debido alcance, como límite y restricción del
poder, lejos de ser golpistas, muy al contrario, son resistencia
constitucional, son los verdaderos constituyentes, son los que limitan, controlan,
reducen y ponen en su lugar al tirano.
Hoy,
01 de mayo de 2017, una nueva falacia, una nueva estratagema, más que otro
golpe de Estado, un nuevo acto de sostenimiento de aquel proferido el fatídico
02 de febrero de 1999, del que valga destacar, quienes lo propinaron y sus
sucesores, lo hacen con no otra intención, igual que los muchos Catilinas,
Napoleones –primeros y muchos más de los terceros-, Hitleres, Mussolinis, así
como sus recientes versiones caribeñas, para aferrarse al ejercicio ilegitimo
del poder y oprimir a los ciudadanos.
Si
se hubiese sabido desde el principio lo que es una Constitución, estuviésemos tak vez preparándonos para celebrar los 206 años de vigencia de la de 1811 y no como unos
propenden, la sepultura de “algo” moribundo que jamás pudo ser una constitución
material y que siquiera llega a su mayoría de edad.
RHC
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