Rubén A. Guía
Chirino*
Venezuela
hoy vive la peor crisis que la humanidad pueda sufrir, la crisis de la
moralidad y la legalidad; pues con la actual coyuntura generada por un régimen
comunista totalitario, el venezolano se ha encontrado con no saber que está
bien o está mal tanto en la dimensión de la ética o de la legalidad, ya que
ante esta situación de caos surgen preguntas como: ¿Hasta qué punto es legitima
la rebelión civil? ¿Cuál es el papel de la sociedad civil? ¿Cómo reaccionar
ante “militares” y paramilitares? que abiertamente desconocen el Estado de
derecho bajo el amparo de la impunidad ¿Debemos atacar o debemos permanecer en
la resistencia pacífica sin ningún tipo de defensa bien sea armada o no?
Todos
esos legítimos cuestionamientos son provocados por la ausencia de cualquier
legalidad y de moralidad en las actuaciones del gobierno que hoy secuestra al
Estado venezolano; sin embargo, el ciudadano venezolano ha sabido responder
contundentemente a todas esas actuaciones, ya que ha podido responder una de
las primeras interrogantes y es que es ¡totalmente legitimo rebelarse! Pero
como toda respuesta –más para aquellos que poseen conciencia crítica– conlleva más incógnitas que reales
soluciones, vale entonces cuestionarse ¿qué es la rebelión y cuáles son sus
alcances y consecuencias? Aunque no lo parezca, la historia patria está plagada
de hechos similares que nos pueden dar una idea de cómo respondernos esta
pregunta.
Dice
Albert Camus[1], valiéndose de Descartes: “me
rebelo luego existo”. Esta afirmación un tanto drástica, haya su sustento en que
la rebeldía es esencial al hombre[2] y
que la rebeldía es además propia del hombre informado de sus derechos[3]. Ahora, el hombre se rebela contra quien lo
oprime y desconoce sus legítimos derechos; pero ese acto de rebeldía para ser
genuino debe trascender el individuo; es decir, el acto de rebelión se hace con
la convicción de que esos derechos –vida, propiedad y libertad– le pertenecen
tanto a él como al resto de los individuos, incluso a quien lo oprime y es por
ello que Camus nos habla del drama de la rebeldía, ya que:
“El hombre debe rebelarse,
pero su rebeldía ha de respetar el límite que descubre en sí misma y en
hombres, al unirse empiezan a ser. El pensamiento en rebeldía no puede, pues,
prescindir de la memoria: es una tensión perpetua. Siguiéndola en sus obras y
en sus actos, tendremos que decir, cada vez, si permanece fiel a su nobleza
primera o si, por lasitud o locura, la olvida por el contrario, en una
embriaguez de tiranía o de servidumbre”.
Hayamos
en estas líneas pues el alcance de la rebeldía genuina, noble y libertaria; es
por ello que la rebelión al iniciar debe tener firme sus valores, y estar
dispuesta a no desconocerlos o peor aún transfigurarlos en otros; ya que sin
ellos se inicia un ciclo profundo de tiranías y rebeliones sin fin, como
los ciclos que ha venido sufriendo
nuestro país desde que inició su gesta independentista, pasando por las
diversas guerras fratricidas hasta hoy, ya que una vez perdida la primera
República y con el desarrollo de la guerra se desconocieron o se transfiguraron
algunos valores con los cuales se fundó la patria, y en esa situación de apatía
o transfiguración de los valores valía todo, hasta la admiración por el
genocidio, fundado en “noble” causa.
Ante este duro panorama actual, no le queda
más a la sociedad civil que construir los valores que sustentan la rebelión y
resistir desde ellos los embates de la tiranía. Esa resistencia se lleva cabo
desde la calle, el lenguaje, la simbología, la academia e incluso la moral. La
calle sirve para hacer más visible el descontento y para que la dictadura deje
ver su verdadero desprecio por los ciudadanos y los valores que éstos
defienden. En el lenguaje y la simbología se debe perseguir primero crear una
identidad tanto de los ciudadanos como de la tiranía, la cual no puede
reconocérsele ninguna autoridad legítima, con el lenguaje se erosiona, como el
mar a la roca más dura y antigua las construcciones lingüísticas que la
dictadura hubo de crear para sustentarse en las falacias; lo mismo sucede con
los símbolos, la resistencia ha de proveerse sus propios símbolos que sirvan
para identificar sus valores y contraponerlos a los contravalores de la
opresión. A la academia –universidades liceos gremios etc– le corresponde en la
resistencia, la tarea de crear conciencia crítica y ciudadana, para evitar que
dentro de las pasiones de la rebelión se consolide otra tiranía peor a la
anterior; ejemplo de rebeliones que terminaron en opresiones mayores la
conseguimos en la Revolución Francesa y su llamada época del terror, y en la
pseudo revolución rusa que termino con la vida millones de seres humanos
alrededor del mundo.
Ahora
la resistencia moral, comienza en la conciencia de cada individuo –una ética de
la resistencia–, es una resistencia contra las pasiones del momento, que nos
podrían llevar a traspasar los valores que se ha propuesto la ciudadanía en rebelión, podríamos denominarla
resistencia ética pasiva. Pero también existe una resistencia moral activa,
esta ha de consistir en todas aquellas acciones que van a tratar de crear una
moral colectiva de la rebelión, esto va desde la exigencia a los líderes de la
resistencia de determinadas acciones u omisiones, hasta el escrache de
funcionarios corruptos y sus familiares, que al fin y al cabo esos últimos no
tendrán responsabilidad civil penal y administrativa por los hechos cometidos
por sus familiares, pero si tienen responsabilidad moral en primer lugar por
apoyar o azuzar con su silencio los delitos y atropellos de sus familiares, y
en segundo por aprovecharse de los
bienes provenientes de esos mismo delitos; por ello es necesario manifestarles
en donde sea necesario que la moral de la rebelión civil repudia su falta de
ética por sus conductas permisivas.
En
consecuencia la rebeldía civil venezolana, ha de ser un movimiento de
individuos que pretenden la materialización de unos valores antes determinados
por su conciencia ciudadana, y no un movimiento dirigido por estructuras como
partidos políticos. Ha de ser una rebelión contra la inmoralidad, la ilegalidad
y las pretensiones de cualquier persona o grupo de ellas de imponer su voluntad
mediante actos de fuerza, los cuales han de ser respondidos con la misma
contundencia y proporcionalidad. Ha de ser el más independiente de las rebeldía
que solo este dirigido por la meta de recuperar la nación donde gobiernen las
leyes y no los hombres, donde el poder se vea limitado por la ciudadanía y no
al contrario, donde cada quien pueda autodeterminar su destino y no seamos más
una sociedad dirigida por un Estado omnipotente, esa ha de ser la revelación en
la rebelión.
*
Abogado egresado de la Universidad Santa María. Especialista en Derecho
Procesal Constitucional de la universidad Monteávila. Director del Centro de
Investigación y Promoción de Cultura Jurídica y Miembro del Consejo Editorial
de la Revista Electrónica de Investigación y Asesoría Jurídica de la Asamblea
Nacional de Venezuela.
[2] Camus, A. (2007) Ob. Cit.
Excelente , muy bueno doc!
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