El terrorismo y otros males del Estado
Rubén Guía Chirino
La
palabra terrorismo está siendo muy utilizada por los principales personeros de
la dictadura venezolana; incluso si usted ha decidido ejercer su natural
derecho a protestar y disentir, puede que califique como terrorista para esas
personas y sus fuerzas de seguridad. Sin embargo, llama la atención que en un país
donde los usurpadores gobernantes denuncian a diario el asedio del terrorismo,
el sátrapa principal se pasea por la “zona dominada” por los presuntos grupos
terroristas[1]. Otra curiosidad del
terrorismo venezolano es la cantidad de adeptos que existen, los cuales llenan
autopistas enteras, tal movimiento debe ser la envidia del ISIS. Pero esa
consideración previa no es lo que nos llama a escribir estas líneas.
Si
usted ha cometido el acto terrorista de protestar en Venezuela, seguramente ha
sufrido en mayor o menor medida los embates de la represión por parte de los órganos
de seguridad del “estado” –en minúsculas–; si no es así, al menos ha podido
observar por los distintos medios la actuación de esa guardia pretoriana, o lo
que es o peor aún, observar los allanamientos arbitrarios a viviendas sin
ningún respeto por los derechos o la legalidad, que solo tiene por fin
neutralizar la resistencia; ejecuciones extrajudiciales, desapariciones,
juzgamientos ante pseudo tribunales militares, entro otro centenar de tropelías.
Ante esa desproporcionada violencia represiva vale preguntarse:
¿Quién es el terrorista? Parece ser que es el “estado” –o mejor dicho sus
secuestradores–. Ante esta “situación de
cosas”, cabe reflexionar que, por su naturaleza, el poder y el Estado son inconvenientes
y liberticidas; es decir, una amenaza a los derechos de sus ciudadanos, por
cuanto el primer transgresor de esos derechos es el propio Estado, ya sea a
través de leyes, impuestos o políticas públicas. En conclusión, el Estado es un
pasajero incómodo en circunstancias “normales” de un país en democracia, donde
medianamente se respeten los derechos. Ahora, a ese pasajero incómodo, parece
necesario sumarle otro mal latente, como lo es el terror como política de “estado”,
el secuestro, la represión, la tortura y en fin el desconocimiento deliberado de
cualquier tipo de orden jurídico, por lo que el terrorismo es un mal más
del Estado.
Frente a ese escenario, nos corresponde a todos los
ciudadanos venezolanos, repensar el papel del Estado una vez sea rescatado de
sus secuestradores, pues ya hemos visto como esa organización política ha
crecido desproporcionadamente y con eso ha acumulado un poder nunca antes
pensado en el panorama de nuestro país, el Estado mínimo y
sumamente sometido a la legalidad y sin posibilidad de ejercer políticas
públicas que lleven a la servidumbre de la población, debe ser la guía para que
Venezuela sea nuevamente un país próspero y libre de cualquier despotismo.
Fotografía de Mayra Chirino Ochoa
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